«Análisis de los mecanismos intensificadores en las cartas de juventud de Vicenta María López y Vicuña» / Teran, Villagra. - (2021). (Intervento presentato al convegno Progetto Culturas II: «Nella giornata internazionale per l’eliminazione della povertà, un esempio di carisma ignaziano: Vicenta María López y Vicuña e la sua lotta a favore delle donne più svantaggiate nella Spagna del XIX secolo» tenutosi a Messina).

«Análisis de los mecanismos intensificadores en las cartas de juventud de Vicenta María López y Vicuña»

Villagra Teran
2021

2021
En la segunda mitad del siglo XIX asistimos al agudizarse de la crisis económica fruto de la incertidumbre política de las décadas anteriores. España sigue siendo un país eminentemente agrario y atrasado y se produce una masiva emigración del medio rural hacia las ciudades. Muchas jóvenes emprendían ese viaje a la capital para trabajar en el servicio doméstico, pues su escasa formación no daba para más, y para servir se les exigía solamente saber leer y escribir. Como consecuencia, infinidad de jóvenes acababan por las calles, pues, en múltiples ocasiones, no conseguían mantenerse en su puesto de trabajo o se quedaban embarazadas y perdían su empleo o, simplemente, buscaban trabajo y no lo encontraban. Todas esas jóvenes necesitaban ayuda. Varias fueron las mujeres que se dedicaron a labores benéficas en favor de estas muchachas, por ejemplo, la marquesa de Alcañices, la condesa de Zaldívar, la señora de Tejada, cuyo nombre de pila, como vemos, brilla por su ausencia. Solo en contadas ocasiones emerge el nombre de estas mujeres entregadas a los demás: recordemos el caso de Concepción Arenal o Vicenta María López y Vicuña, que ha llamado nuestra atención por dos motivos: por su extensa producción epistolar y por toda una serie de aspectos que bien recuerdan a Santa Teresa de Ávila como, por ejemplo, el carácter decidido y rebelde que, por cierto, tampoco en este caso está reñido con la belleza. Vicenta María nace en 1847 en Cascante (Navarra) en el seno de una familia de aristócratas. A este propósito, en una de sus cartas, comenta que le habían perjudicado mucho los rumores y las voces que corrían sobre su bienestar económico y afirma, en la carta 350, lo siguiente: «me ha perjudicado mucho la voz que yo era muy rica; ahora ya van entendiendo que (…) no soy más que hija de familia» (Zubillaga ed.: 1976, 367). A los 7 años llega a Madrid por motivos familiares. Este viaje cambiará su vida, pues tendrá la oportunidad de conocer el mundo de la caridad de la mano de su tía, Doña Eulalia Vicuña, que en 1853 había fundado en Madrid, junto a su hermano Manuel, “La Casita” en la calle Lucientes. Se trataba de una Congregación benéfica en favor de las jóvenes sirvientas que por desvariados motivos caían en desgracia y no tenían a dónde ir. Esta obra apostólica enfocada en la acogida y educación de jóvenes sirvientas, es la que se propuso continuar su sobrina Vicenta María al quedar admirada viendo a su tía Eulalia tan entregada a estas jóvenes necesitadas. El propósito era, en palabras de don Manuel, «acoger e instruir a las jóvenes que, huérfanas o ausentes de sus familias, se dedican o debieran dedicarse al servicio doméstico, antes de que llegaran a ser víctimas de la disolución e instrumentos de la perversión pública del Madrid decimonónico». Vicenta María se opondrá a la insistencia de sus padres para contraer matrimonio con un buen partido dispuesto por la familia. Manifiesta rotundamente su intención de no abrazar el estado matrimonial y dice, textualmente, que no se casará “Ni con un rey ni con un santo”. A los 17 años, resuelta a dedicar su vida a aquel apostolado emprendido ya por su tía Eulalia, y convencida de la necesidad de fundar una congregación religiosa que garantizara su continuidad, comunica la idea a su director espiritual y el jesuita aprueba la idea. No ocurrirá lo mismo con sus padres. En 1876, el día de la imposición del hábito religioso a Vicenta María y a otras dos compañeras suyas, para dar origen a la Congregación de Hermanas del Servicio Doméstico (actualmente “Religiosas de María Inmaculada”), la joven tuvo que soportar la ausencia y el silencio de su padre que no le dio ni siquiera su bendición y la ausencia de la madre, que, por respeto a la decisión de su esposo, tampoco se presentó a la ceremonia a pesar de encontrarse aquellos días en Madrid. Otra característica que bien nos recuerda a la santa abulense es la utilización, con inmensa candidez, de términos coloquiales, claramente, en sus cartas familiares. Por ejemplo, en la carta 22 habla de “un tapón” que un postre le había causado: «me dice mi tía que, como anda mediana de la vista, me encarga diga a V. el recibo del esquisito dulce, pero los efectos no son tan buenos, pues a todos los que hemos comido parece que nos han puesto un tapón. Sin embargo, mi tía y yo, que somos más fuertes, seguimos disfrutando del riquísimo manjar» (Zubillaga ed.: 1976, 17). Otro aspecto consustancial a la monja de Ávila, es su carisma fundacional (Madrid, Zaragoza, Sevilla, Barcelona, Burgos) y la profunda preocupación por la fe de sus novicias. Santa Teresa en el Libro de La Vida asevera que la verdadera vocación religiosa es requisito indispensable para ingresar en una congregación y añadía que eran muchos los casos en los que las novicias se encontraban en los conventos sin haber hecho patente su deseo de tomar los votos, sin una verdadera vocación. Igualmente, Vicenta María expresa profundo dolor en su carta 395 al comentar a sus novicias que una de ellas había abandonado el convento y que, por falta de verdadera vocación, otras podrían correr la misma suerte. Del mismo modo, manifiesta su profundo convencimiento a la hora de instruir a sus novicias con un método seguro e infalible, es decir, dando ejemplo. En la carta 395 afirma lo siguiente: «¿qué conseguiremos de nuestras acogidas, exortándolas a la virtud, si no ven en nosotras el ejercicio de ella? ¿Con qué fruto exortará a la paciencia y caridad y silencio una Hermana, a una o muchas acogidas, si éstas han visto alguna vez irritada y como fuera de sí a dicha Hermana, si la han oído palabras de poca dulzura y caridad, y si han podido observar en la misma habituales faltas de silencio?» (Zubillaga: 1976, 417) Vicenta María después de toda una vida de incansable trabajo, muere de tuberculosis en 1890. Fue declarada beata en 1950 y Santa en 1975, precisamente en el Año Internacional de la Mujer, pues con su labor había dado continuidad a una obra que, por encima de todo, buscaba el reconocimiento de la dignidad de la mujer. Según un estudio del Instituto de investigaciones feministas de la Universidad Complutense de Madrid, el 55 % de las congregaciones femeninas del siglo XIX fueron fundadas exclusivamente por mujeres y solo un 28% por hombres, el resto, por mujeres y hombres conjuntamente. Asistimos, por tanto, a un movimiento de renovación de los espacios femeninos en la Iglesia, que rompía con el modelo monástico, claustral y contemplativo, y que tuvo una clara orientación misionera y filantrópica, ocupándose de las necesidades imperiosas de la España decimonónica. Este movimiento fundacional religioso femenino español contribuyó a la aparición de un verdadero protagonismo femenino, tanto en el seno del catolicismo español, como en la sociedad española y dinamizó la feminización de la religión, en el sentido más positivo del término; movimiento que después de este resurgir novecentista, se consolida en la primera mitad del siglo XX y desemboca en lo que hoy conocemos como teología feminista.
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Utilizza questo identificativo per citare o creare un link a questo documento: https://hdl.handle.net/11573/1708995
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